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Los Rocky steps, las famosas escaleras que aparecieron en la película de Rocky y en algunas de sus secuelas. Esta escalinata, uno de los atractivos turísticos de la ciudad de Filadelfia, en la que diariamente centenares de turistas imitan a Syltester Stallone o a Rocky Balboa, acceden al Museo de Arte de la ciudad. Huelga decir que los improvisados émulos del famoso boxeador, después de perder el aliento y algo más, subiendo los peldaños, permanecen en lo alto fotografiándose como héroes cinematográficos. El museo no importa mucho. FOTO DE ARCHIVO |
La
pequeña cinta del casete giró sobre sí misma y a los pocos segundos volvió
a oírse aquella voz pausada, irónica, punzante y falseada.
―Buenos días… o quizás buenas tardes, que más
da, capitán Starkey.
Ante
todo, ¿debo felicitarle, capitán Starkey, por su reciente y exitosa campaña en
estas elecciones primarias? Por supuesto que sí. En realidad no he querido molestarle
durante su agotadora gira porque, y perdone mi arrogancia, lo que le
voy a decir merece toda su atención.
―“Este hijo de mala madre nos ha seguido
durante toda la campaña…
Masculló
el abogado.
―Este joven, aunque no lo parezca... este
joven que aparece en las fotografías con
la cabeza abierta como una sandía, era Stephen Pozzaro, a decir verdad
no recuerdo si Pozzaro era el primero o el segundo apellido pero ahora…
que más da. Usted tampoco se acordará, capitán Starkey. Uno de sus soldados…
un “Charlie”. ¿Recuerda...? Y la otra fotografía no merece ningún comentario,
o tal vez sí. De todas formas hablaremos luego. ¿Le parece capitán
Starkey...?
El grandullón de Stephen, era en realidad enorme, un bravucón… sin
embargo era una buena persona.
Un
ítalo―estadounidense. Su padre era un napolitano
que llegó a los Estados
Unidos en busca de fortuna. Nos dijo que pertenecía a la “camorra”.
Pozzaro,
el padre, parece ser que también era corpulento y también... con poco cerebro.
Abandonó a su mujer y al pequeño Stephen que creció en la granja rodeado
de animales.
De
muy joven se aficionó al boxeo y lo practicaba asiduamente. En realidad era
sparring. No tenía punch, ya sabe… No era bueno y se convirtió en un
saco de arena para otros púgiles. Recibió tantos golpes que perdió el
entendimiento.
No
le estaré aburriendo verdad, ¿capitán Starkey...?
―…”Aburrirías a tu madre, cabrón…”
Balbuceó
nuevamente Robert Dunetz, mirando su reloj de pulsera.
―Sin embargo se alistó al frente. Para
combatir en Vietnam, lo cogían todo…
¿Verdad, capitán Starkey...? El fornido de Stephen siempre iba delante del
pelotón. En My Lai también. ¿Fue usted capitán Starkey, que le ordenó al soldado
Stephen que aquel día expresamente, fuera delante y disparara a todo ser
viviente...?
Cuando
terminó la guerra Stephen, regresó a su casa cerca de Filadelfia a
su granja con su madre y sus cerdos. Cuidaba cerdos, ¿sabe, capitán Starkey...?
¿Conoce
Pensilvania, capitán...? No. A usted solo le interesa su Texas…. Pero Stephen
llegó mal, sabe. A su pequeño cerebro le costó poco perder la escasa lucidez
que poseía. Después del fatal incidente, su madre contaba que se pasaba el
día hablando con los cerdos. ¡Qué lástima...! ¿No cree capitán Starkey...?
Como
digo, perdió la lucidez.
Era
un atrasado mental. Cuando tenían que vender a un cerdo grande, lo
colgaba de las patas traseras y lo golpeaba como si fuera un saco, un...
punching, ¿sabe...?
hasta matarlo, Luego lo despellejaba. No sé cuál de los dos era más
animal.
Supongo
que se pasó horas para escribir una nota a su madre de despedida.
Le
explicaba cómo había matado a más de ochenta vietnamitas en la
aldea
de My Lai. Mujeres, niños, ancianos… Todo lo que encontró en su camino.
Vació
varios cargadores de su M16, violó y asesinó a varias adolescentes, arrancaba
las cabezas a culatazos, insertó a recién nacidos con la bayoneta, como
si fueran pinchos para asar, quemó cabañas repletas de personas en su interior…Tenía,
en su reducido entendimiento, solo un objetivo: "Matar a todo
lo que se mueva...” Era eso, ¿verdad capitán Starkey...? Esta orden nos caló en
los huesos. Seguro que, todavía hoy, los pocos “Charlie” que permanecemos vivos,
si así se puede llamar a esta pesadilla, tenemos esta frase metida en la cabeza.
Pues
el amigo Stephen, el grandullón descerebrado, tuvo la sangre fría de ir
a Filadelfia y enfrente del Museo de Arte, subir las “Rocky steps” de tres en tres
emulando a Rocky. Era un fanático de la película. Y después de levantar los
brazos y jalear que era el más grande y otras idioteces, sacó un 38 corto y se lo
introdujo en la boca. Y aquí tiene el resultado… ¡Pobre Stephen...! Solo los cerdos
le echarán de menos. Nadie más.
¿Le
he refrescado la memoria sobre uno de sus muchos soldados al mando, capitán
Starkey...?
Fragmento del capítulo cuarto de mi novela CHARLIE.
Una apasionante relato de supervivencia para olvidar uno de los episodios más sangrantes e ignominiosos de la guerra del Vietnam.
Si estás interesado en leerla, la encontrarás en
info@puntorojolibros.com
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“Hoy en día se están haciendo cosas en las
películas que yo no haría en la cama, incluso si tuviera la oportunidad.”
Bob Hope