El pueblo masai es una tribu de pastores y guerreros que mantiene aún su forma de vida ancestral.
Los masais son nómadas y viven en asentamientos llamados manyattas y están concentrados en Kenia meridional y en Tanzania septentrional.
Los masais son muy hospitalarios y aprovechan las visitas de los turistas para vender su artesanía, visitar sus chozas, dejarse fotografiar y ofrecer su baile tradicional por excelencia, el ipid que incluye espectaculares saltos en el aire y se considera una muestra de vigor y virilidad de los guerreros.
Todo ello a cambio de una generosa propina... por supuesto.
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Las manyattas son círculos de chozas que las construyen con ladrillos de adobe y excrementos de animales.
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Están cerradas, salvo pequeñas grietas y en su interior viven varias personas y el humo que desprende el fuego para alimentarse, resulta asfixiante.
Los masais viven del pastoreo y también de la agricultura y la caza.
Es un pueblo que cree que todo el ganado de la Tierra es suyo.
Esta creencia viene de una leyenda que cuenta los regalos que Dios les obsequió a sus tres hijos.
El primero recibió una flecha para cazar, el segundo una azada para arar y el tercer hijo, recibió un cayado para guiar al rebaño.
Según la tradición, este hijo se convirtió en el padre de los masais.
La supervivencia de los masais depende, mayoritariamente de los animales.
La leche es su principal alimento y cuando sacrifican alguna oveja o cabra, que aprovechan todo el animal y mezclan la leche con la sangre y les sirve de medicina.
En el poblado que visité de los masais en el Ngorongoro en Tanzania, muy cerca del hotel Sopa Lodge, assistí a una de las clases que los niños de la manyatta impartían en una de las chozas.
Una de las imperdibles experiencias de mi admirada África Negra.