lunes, 28 de diciembre de 2015

MIS MONÓLOGOS PREFERIDOS 3


Mi abuela decía que los que hablaban solos estaban locos de atar... Probablemente, mi abuela tuviera algo de razón...

¡¡PEEEEEEDROOO!!


Mi padre le llamaban Pedro y también Pere y como decía don Antonio Machado, era, en el buen sentido de la palabra, un hombre bueno y no lo digo por un amor paternal, aunque, evidentemente, lo tenga.
Sinceramente lo digo porque es cierto.
Mi padre se quedó huérfano de pequeño y unos parientes lejanos lo acogieron en Barcelona .
Llegó a Catalunya en los años treinta. Tenía doce o trece años y llevaba una maleta de cartón duro y pantalones cortos. Parecía que lo hubieran sacado de una película en blanco y negro de Berlanga.
Es paradójico, por no decir otra cosa, pero todavía desconozco el pueblo que nació mi padre. Estoy convencido que era un pueblo, y estoy exagerando.
De jovencito se puso a trabajar y vivió en el Barrio Chino.
Un barrio encantador.
Es curioso pero en aquella época en el Barrio Chino no habían chinos, habían putas y ahora que hay miles de asiáticos, pakistaníes y también putas... se llama El Raval...
Pues sí, cuando llegó a la gran ciudad, se puso a trabajar hasta los sesenta y cinco años. Descansó unos años y después se murió. También dejó de trabajar cuando estuvo en la puñetera guerra, sin saber, como miles de jóvenes, que demonios hacía él allí.
Y cuando terminaron de pegarse tiros, los unos con los otros y había sobrevivido milagrosamente, por si quedaba alguna duda en saber quien mandaba entonces, le invitaron a participar, incondicionalmente, en el Patriótico Servicio Militar. Se lo tomó bien. No sufrió ningún trastorno mental... que yo sepa.
Pues después de toda esta trepidante carrera castrense, regresó a Barcelona y siguió trabajando en la fábrica.
Siempre he pensado que mi padre debía ser un crack y mi madre una malabarista. Os lo cuento. Con el miserable sueldo de mi pobre padre, mal vivíamos, en un piso de cuarenta metros cuadrados, mis padres, mi hermano, mis abuelos, un servidor, y durante unos años, en los fines de semana, nos acompañaba el hijo de unos de los dos hermanos de mi padre que, como miles de pobres desgraciados, antes y después de la guerra civil española, se fueron a buscar fortuna a Venezuela.
Mi padre, se lo pensó dos veces o quizá ni se lo pensó y en lugar de embarcarse y cruzar el charco, siguió en su fábrica.
Pues bien, en un arrebato de conciencia y aborrecidos por las “travesuras” de su único hijo, mis tíos decidieron traer a mi primo a Barcelona, para que la prestigiosa Salle Bonanova, tutelada por los clérigos, intentaran educarlo, aunque el adjetivo adecuado era “civilizarlo”. Era lo más parecido al “pequeño salvaje” de François Truffaut.
En honor a la verdad, y sin que sirva de precedente, los hermanos de La Salle, algo hicieron. Mi primo venezolano, al terminar su cautiverio en la pequeña sucursal vaticana, no usaba la honda contra los pacíficos transeúntes de nuestra calle. Después regresó a las Américas.
Pues cuando mi padre se murió, aquellos parientes quisieron ofrecerle una misa.
Yo creo que, una vez muerto, hubiera preferido que le sentaran y le ataran en el sidecar de su vieja y querida Sanglas de los cincuenta, emulando la epopeya del Cid Campeador y darse el último garbeo por el Barrio Chino de Barcelona.
En la iglesia había poca gente. Mi padre no tenía ni familiares ni amigos ni conocidos ni saludados, por eso no pude preguntar a nadie lo de su pueblo. Ni mi madre sabía de dónde vino aquel hombre.
También es cierto que no se cabreaba con nadie.
Salió el cura que tenía ochenta y diez años, sordo como una tapia. Detrás, el monaguillo, mucho más joven que él. Debía rondar los setenta. No estaba sordo pero... le faltaba un hervor. Depositó en el altar, los utensilios que llevaba y se sentó en un rincón viendo pasar las musarañas.
El cura con talante decidido y dispuesto a finiquitar con celeridad aquel trámite eclesiástico, abrió los brazos y empezó su particular homilía.
“Queridos feligreses, estamos aquí en la casa de Dios para despedir a nuestro hermano…
Hubo un silencio…
“…a nuestro hermano…
Miró de refilón al monaguillo que estaba transpuesto y no se enteraba de la misa la mitad, nunca mejor dicho, y se encogió de hombros.
Yo no me lo podía creer, bueno... en verdad sí que me lo creía, el cura jamás había visto a mi padre, por más “hermano” que dijera.
No acordarse del nombre de mi padre, era simplemente por un problema mental, porque yo creo que no se acordaba ni del suyo...
Los familiares que estábamos en la primera fila, le apuntamos:
Pedro, Pedro…
El audífono no le funcionaba bien y seguía sin enterarse.
¡Pedro!, gritaba la gente de atrás.
Al final en toda la iglesia se oía: ¡Pedro!... ¡Pedro!
El cura, confundido, oía voces y se creía que eran voces celestiales y que había llegado su hora...
Pero como todavía estaba en el altar y tenía la obligación moral de terminar con aquella pantomima, intentaba recordar el nombre del difunto, o sea, el de mi padre.
Miraba al monaguillo en busca de ayuda, pero éste, ahora ya dormía...
De pronto y ante la estupefacción del fervoroso aforo de la iglesia, se levantó una mujer castigada por la edad y por las esperas interminables en las esquinas de la calle Robadors, del barrio más pecador de Barcelona.
Era “ La Loli”. Permanecía sola, sentada en uno de los últimos bancos de aquella iglesia.
Con un pañuelo de papel se limpiaba su arrugada cara que estaba manchada de rímel, lágrimas y crema barata.   
“La Loli” conoció a mi padre y se acordaba del día que cumplió los dieciséis años y le arregló la fimosis con un viaje ancestral que mi padre vio las estrellas y lodos los planetas.
Por ser la primera vez no le cobró nada y después mi padre le pagaba a plazos según las manualidades que “La Loli”  le practicaba.
“La Loli”  tenía un temperamento muy fuerte y como dice el amigo Sabina tenía:
“...la frente muy alta
la falda muy corta y
la lengua muy larga...”
Pues “La Loli” cabreada y con aquella dulce voz de haberse fumado toda la reserva de los “bisontes” sin filtro, del estado de Montana de los Estados Unidos, lanzó un grito desgarrador:
“¡¡PEEEDROO!!”
La iglesia retumbó y a la mayoría de los asistentes nos vino a la cabeza la imagen de Penélope Cruz cuando gritó el nombre de Pedro Almodóvar en la entrega de los Oscar del año 2000.
“¡Pedro, hermano Pedro!”
Dijo el cura.
“¡Aleluya!”
“¡Bendito sea el Señor!”
¡Aleluya! ¡Aleluya!
“La madre que te parió...”  Musité.
“Bendito sea tu otorrino...”
¡Aleluya! ¡Aleluya! Seguía alabando al cielo...
Todos los feligreses nos levantamos cantando, ¡Aleluya! ¡Aleluya! y a continuación, todo el improvisado coro de feligreses, irreverentes y desmadrados, cantamos la famosa canción “La marcha de los Santos” (When The Saints Go Marching In). Hasta el octogenario monaguillo, se despertó de su plácida siesta y con la vista perdida, movía las caderas con los brazos en alto. Solo hubiera faltado salir todos de la iglesia y recorrer las calles de Barcelona en una procesión, en esta ocasión sin muerto, al mejor estilo de de los clásicos entierros en Nueva Orleans. Me encanta Nueva Orleans, me encanta el jazz y me encantan los desfiles encabezados por una banda de músicos tocando jazz detrás del féretro, seguidos de los familiares y amigos bailando y cantando por la calle Bourbon, en el barrio francés. Por cierto, son los cien metros más excitantes y pervertidos que jamás he visto: un bar de copas, un sex chop, música en vivo, una casa de putas, sesiones de jaz, un bar de copas... Pero no. Seguimos todos en la iglesia esperando a que el cura y su peculiar ayudante, recuperaran el aliento y bendijera el alma de mi padre. Pues a pesar de todas estas incidencias, mi madre quedó complacida por haber oficiado una misa a su difunto marido.

viernes, 18 de diciembre de 2015

LUGARES E INSTANTES...9


LA VIDA NO SE MIDE POR EL NÚMERO DE VECES QUE RESPIRAMOS SINO POR LOS LUGARES E INSTANTES QUE NOS QUITAN LA RESPIRACIÓN.


PERITO MORENO

El glaciar Perito Moreno es una masa de hielo situado en la región de la Patagonia, en el sudoeste de Argentina.
Tiene un frente de 5 kilómetros de longitud y una altura de 60 metros.
Este glaciar, avanza continuamente, siendo un curioso y sorprendente fenómeno natural provocando, con gran estruendo, la ruptura y desprendimiento de enormes bloques de hielo, y ofreciendo un espectáculo sobrecogedor ante la mirada de miles de turistas.
Estos fragmentos de distintos tamaños y formas caprichosas y versátiles con tonos azulados, navegan sobre el Canal de los Témpanos.
Aunque el Perito Moreno de la Patagonia Argentina, es el único glaciar en avance, los procesos de ruptura son frecuentes.
Contemplar el derrumbamiento de una montaña de hielo es un espectáculo que quizás no debería complacernos si nos solidarizamos con los acuerdos de la conferencia de París sobre el cambio climático.
El objetivo primordial es: lograr que el aumento de las temperaturas se mantenga por debajo de los dos grados centígrados. 
Lo cierto es que para lograrlo, los 195 países participantes en la cumbre de París se comprometan a reducir la emisión de gases de efecto invernadero...
Probablemente, si esto ocurre, que tengo mis dudas, no volveremos a contemplar estos maravillosos témpanos navegando por la Patagonia.
Creo que con un poco de esfuerzo saldremos ganando.
Para los privilegiados, que tuvimos la suerte de estar allí, siempre nos quedará el recuerdo...

  





















martes, 8 de diciembre de 2015

A TRAVÉS DE LA CORTINILLA 9

EL PUENTE GLIENICKE
Puente de los espías


Hace pocos días han estrenado la nueva película de Spielberg que la protagoniza el extraordinario Tom Hanks.
El filme se llama: "El puente de los espías". No cabe duda que con este cartel, la película promete.
El puente en cuestión, se llama Glienicker que cruza el río Havel y conecta la ciudad de Barlín con la capital de Branderburgo, Postdam.
Precisamente en esta pequeña ciudad, ubicada en la Alemania Oriental hasta 1989, después de la caída del Muro de Barlín, se firmó, en el Palacio Cecilienhof. el famoso Tratado de Potsdam.
Los tres vencedores de la 2ª Guerra Mundial; Churchill, Truman y Stalin, se reunieron en agosto de 1945 y acordaron los cuatro "DS" para Alemania:
Desnazificación, democratización, desmilitarización y descentralización.
Evidentemente, y como suele suceder en muchas reuniones, no sirvió para nada y como muestra un botón: dieciséis años después, se construyó el Muro de Berlín, entre Alemania Oriental y Berlín Occidental.
El puente Glienicker, quedó dividido y cerrado entre Berlín y Postdam. Prácticamente inutilizado. Pero tanto los rusos del Bloque del Este como los americanos del sector Berlín Occidental, pensaron en darle alguna utilidad.
Ambos, decidieron utilizarlo para el intercambio de espías capturados durante la guerra fría. En aquella época era una profesión emergente.
De allí viene lo de "el puente de los espías".
El primer intercambio entre dos fisgones, uno americano y el otro ruso, tuvo lugar el 10 de febrero de 1962, y este es el argumento que Spielberg ha utilizado para su última película.
Después, el puente Glienicker, lo siguieron empleando efectuando cambalaches, entre unos y otros.
Tuve ocasión de cruzarlo en el 2007 y ya se me pasó por la cabeza, poder intercambiar algún impresentable que llevaba en mi grupo, pero no me garantizaron si el trueque sería beneficioso. Para la otra parte, seguro que no.
Si os fijáis en la foto, que no es de archivo, lo pintaron en dos tonos para diferenciar las dos Alemanias.