domingo, 4 de febrero de 2018

MI NOVELA LOBOS

Hace unos días, leí en la prensa que el gobierno egipcio ha lanzado una campaña de promoción para intentar fomentar su perjudicado turismo.
La genialidad de los publicitarios del maravilloso país, ha sido contratar al hombre más alto del mundo, el turco Sultan Kosen que mide 2,43 metros y a la hindú Jyoti Ange que solamente ha crecido hasta los 62,8 centímetros.

La insólita pareja, que ostentan un record Guiness cada uno, posaron frente a la pirámide de Keops, en el valle de Guiza. 
Foto de archivo
Desconozco el mensaje que los creativos egipcios han pretendido comunicar con esta iniciativa, lo cierto es que, turísticamente, Egipto está bajo mínimos y es una lástima. 

Deseo sinceramente que esta promoción y las próximas que se deberían realizar, estén a la “altura” de las circunstancias y estimulen a los turistas a visitar el país. Vale la pena. 

Quisiera aportar un granito de arena y aunque ya escribí en este blog (enero 2016) algunas líneas sobre el crucero por el Nilo, en esta ocasión, reproduciré un pasaje de mi última novela, LOBOS. 

Una aventura por el Nilo, emulando, con humildad y respeto, la gran novela de Agatha Christie, “Muerte en el Nilo”.


A las cinco de la madrugada todavía era noche cerrada, y la temperatura había descendido sensiblemente.
Los cinco pasajeros, con aspecto de cansancio, tomaban un café con bollería surtida en el interior de la primera cubierta. Las pocas horas que habían dormido hacían mella en sus caras.
Señores, ―interrumpió Ahmed El Gohary―, deberíamos partir cuanto antes. Disponemos de una lancha motora que nos trasladará hasta la otraorilla del Nilo. Les sugiero alguna prenda de abrigo. Hasta que no salga el sol, suele refrescar.
La pequeña embarcación cabinada, se encontraba amarrada junto al ITERU y sus inmediatos ocupantes no tuvieron ninguna dificultad en acceder a ella.
El tripulante de la barca, solícito y sin decir palabra, ayudó a sus clientes a situarse en el interior de la cabina. A continuación soltó amarras y de inmediato la embarcación zarpó de la dársena privada de Luxor Luxury Cruise Limited
Company.
Junto al patrón de la embarcación, que estaba frente al timón, un enjuto y encorvado egipcio, embutido en una andrajosa chilaba, se hallaba sentado encima de una nevera portátil de hielo.
Os presento a Masud, significa “afortunado” ―Ahmed, señalaba al enclenque personaje―. El servicial Masud, nos acompañará durante nuestro recorrido por el Nilo, sin desprenderse ni un instante de su inseparable nevera repleta de refrescantes bebidas.
Buenos días, Masud. Encantado de conocerte... ―Marc se incorporó para saludar al aludido hombre.
No se moleste señor, ―interceptó el guía―, es sordomudo.
Masud es muy atento y respetuoso pero... ni oye, ni habla.
Sin embargo, cuando necesiten beber algo, háganle una señal con la mano...
Masud forma parte de un servicio exclusivo para grupos reducidos y exigentes como ustedes.
Debo confesar, ―añadió el guía―, que el señor Muntaner, no dudó ni un instante en contratar la asistencia del fiel Masud, en cuanto le hice saber que existía esta posibilidad.
Si ustedes me lo permiten, ―Ahmed aprovechó el corto trayecto del cauce del Nilo, para recordarles algunos consejos―, les recomiendo que durante nuestras visitas a los templos, beban mucha agua. Aunque las excursiones las realizaremos a primera hora de la mañana. En Egipto y en cualquier época del año, cuando el sol surge del horizonte, aprieta con rabia.
También me gustaría advertirles, sin ánimo de incomodar, que las leyes egipcias son muy rigurosas con algunas costumbres occidentales como beber alcohol y fumar en el interior y exterior de los templos.
De todas formas, Masud, acarrea en su nevera todo tipo de bebidas y fuera de los recintos “faraónicos”, podrán saciar su sed con cualquier sustancia alcohólica.
La lancha llegó a la otra orilla del río en pocos minutos. El mismo monovolumen que los recogió en el aeropuerto internacional de Luxor y trasladó al embarcadero del ITERU, los estaba esperando.
El vehículo enfiló una estrecha carretera asfaltada de dos carriles, donde tan solo transitaban algunas furgonetas repletas de personas que se dirigían a los campos de cultivo, bicicletas y motocicletas exageradamente cargadas con fardos y personas, carros atiborrados de verduras y hortalizas, tirados por animales de carga con destino a los mercados matinales que diariamente nutrían a los habitantes de las pequeñas aldeas ribereñas del Nilo y algún transeúnte que caminaba con la apatía diaria hacia su destino laboral.
El giro inesperado que realizó el monovolumen por una calzada pedregosa, despertó a los cinco pasajeros que se habían aletargado en los asientos traseros.
Cada uno de ellos tenía la intención de preguntar ¿dónde nos encontramos...?
O ¿cuánto faltaba por llegar...? Pero la luz de cuatro enormes llamaradas aisladas en una explanada, dieron motivo por cambiar la pregunta:
¿Se está quemando algo...? ―Inquirió Clara.
No es ningún incendio. Ahora lo verán. ―Ahmed les tranquilizó.
El vehículo se detuvo muy cerca de uno de los grupos de personas que se concentraban en cada uno de los fuegos de la planicie.
La enorme tela multicolor desplegada en la tierra sujeta por varios cables a una cesta de mimbre y madera, delataba que los turistas madrugadores se enfrentaban a una aventura aérea en un globo aerostático.
¡Dios mío, subiremos en globo...!
Esto... ¿es seguro...?
¡Es lo único que me faltaba hacer en esta vida... subir en globo...!
Este trasto, ¿sube muy arriba...?
¡Joder! ¿Estos tíos saben manejar esto...?
Todos y cada uno de los futuros aeronautas expresaba sus repentinas impresiones ante aquella inesperada experiencia.
Dos hombres vestidos con chilabas, aguantaban fuertemente el habitáculo rectangular de mimbre entrelazado, amarrado al suelo.
En su interior, dos egipcios más manipulaban las válvulas de los quemadores de propano calentando el aire de la tela esférica. El globo empezó a enderezarse.
Con la ayuda de una banqueta corroída de madera para facilitar el acceso a la barquilla, Cristian y sus invitados se acomodaron en su interior, sujetándose al pasamanos, algo temerosos.
Por su parte, Masud se había introducido dentro de la cesta, con una facilidad inusual, teniendo en cuenta su cuerpo lisiado y cargado con su inseparable nevera.
Una gran llamarada, a pocos metros de las cabezas de los aeronautas, expulsada por el quemador sujeto al armazón que sostenía el frágil habitáculo de mimbre, iluminaba las entrañas de la gran esfera multicolor que comenzó a elevarse.
Un resplandor madrugador, irradiaba en el horizonte y presagiaba un amanecer espectacularmente bello, planeando desde trescientos metros de altura.
Queridos amigos, ―interceptó Ahmed, justo en el momento mágico que envolvía a los cinco expectantes compañeros de viaje―, aunque sea muy temprano, creo que es una buena ocasión para celebrar toda esta maravilla. ¡Masud...!
El fiel servidor ya tenía en sus manos cinco copas de champán que las repartió con celeridad. Acto seguido abrió una botella del espumoso francés.
Ahmed, con un botellín de agua y con aspecto ceremonioso, los incitó a brindar:
Bienvenidos a Egipto. Será un honor para mí poderles ilustrar un poco más sobre la historia de este país y concretamente sobre la historia del Antiguo Egipto. Les deseo una feliz estancia.
Muchas gracias, Ahmed. ―Contestaron todos unánimemente.
Muchas gracias. ―Cristian tomó la palabra―. De momento, Ahmed, el inicio de este esperanzador y maravilloso viaje, no podía ser tan sorprendente.
Muchas felicidades.
¡Por ti y por todas las maravillas de esta tierra.!
Todos alzaron sus copas.
Cuando el globo mantuvo el techo absoluto de vuelo, imperó la estabilidad.
Todos los ocupantes de aquella cesta que pendía de la enorme esfera solitaria que se balanceaba por encima de una planicie salpicada de casas a medio construir, de campos de cultivo y frondosas arboledas a orillas del Nilo, observaban con detalle el paisaje con la todavía tenue claridad del sol matinal.
¿Es Luxor...?
Exactamente señorita Clara. La ciudad de Luxor. ―Respondió Ahmed dispuesto a ofrecer su primera disertación sobre los monumentos que iban apareciendo con los primeros rayos de sol.
La antigua ciudad de Tebas y capital del Imperio Egipcio durante casi mil años. Aquel complejo monumental, ―señaló el guía―, es el grandioso Templo de Amón, el “Rey de todos los Dioses” y también se puede apreciar la Avenida de las Esfinges con cabezas de carnero que enlaza este mismo templo con el de Karnak.
Un grandioso testimonio de la grandeza del Antiguo Egipcio.
Pasado mañana tendrán la ocasión de contemplar con detalle esta maravilla.
Y a su izquierda, señoras y señores, ―continuó Ahmed―, pueden admirar los templos de Deir el-Bahari, un ejemplo claro de la integración del monumento en el paisaje.
Para construir los templos de Mentuhotep II, Hatshhepsut y Tutmosis III, aprovecharon la pared rocosa de la montaña.
Es uno de los conjuntos funerarios más importantes de la zona, ―prosiguió el guía egipcio ante la mirada expectante de sus clientes―, el más conocido es el de la reina Hatshhepsut, de la dinastía XVIII.
¿Y el Valle de los Reyes, donde descubrieron la tumba y los tesoros de Tutan...?
Neb-jeperu-Ra Tut-anj-Amón, más conocido como Tutankamón, señorita Clara. ―Ahmed se lo especificó con humildad.
¡Eso, Tutankamón...!
Pues Tutankamón, el “faraón niño”, fue un faraón perteneciente también a la dinastía XVIII y aunque su reinado fue breve e intrascendente, su fama se debe al descubrimiento tardío de su tumba.
Efectivamente, el egiptólogo inglés Howard Carter, descubrió la tumba de Tutankamón, en 1922 en el Valle de los Reyes y el impacto mediático tuvo cobertura a nivel mundial. Todo ello sirvió, y para nuestro país mucho más, para reavivar el interés por el Antiguo Egipto.
Me muero de ganas por ver los tesoros que encontraron en su tumba...
Clara enfatizaba con su relato, imaginándose dentro de las cámaras funerarias
egipcias, ―y también deleitándome con el sarcófago de oro macizo...
Me temo que esto no va a ser posible, señorita Clara... ―puntualizó Ahmed.
¡Cristian...! ¿No veremos los tesoros de Tutankamón...?
No visitaremos El Cairo, querida. Lo que descubrió Howard Carter se encuentra en el Museo Egipcio de El Cairo...
¡Qué decepción. Con la ilusión que me hacía ver todas aquellas joyas y...!
Pero mujer, no habrás venido a Egipto solo para ver cuatro reliquias de hace miles de años. ―Intervino David repulsando el tesoro de la tumba del faraón.
Por cierto, Ahmed, ―interpeló la pareja de Clara―, en el Valle de los Reyes están enterrados los faraones y en el Valle de las Reinas... lógicamente las reinas, ¿es cierto...?
No del todo, señor David. En el Valle de las Reinas se han descubierto, en la actualidad, 98 sepulcros y no todos son de las esposas de faraones, también se han encontrado tumbas de príncipes...
Allí se encontró la tumba de Nefertiti, ¿verdad Ahmed...?
No, señor David. Siento volver a rectificarlo. En la necrópolis del Valle de las Reinas, se encontró la tumba de Nefertari, la Gran esposa Real de Ramsés II...
¡Bueno... bueno. Nefertari o... Nefertiti... Qué más da...!
Replicó David, molesto.
Nefertiti, querido amigo, ―intercedió Cristian con un atisbo de presunción―, perteneció a la dinastía XVIII, cien años, aproximadamente, posterior a Nefertari y precisamente, Nefertiti junto a Cleopatra, ¿te suena, no? son las dos reinas que sus tumbas todavía no se han encontrado.
Es cierto, ―aludió el guía egipcio―, aunque se especula que los restos de Nefertiti pueden hallarse en alguna de las cámaras adyacentes a la de Tutankamón...
Nefertiti, ―intervino Marc―, creo que fue una mujer muy hermosa. Según un busto de ella que no recuerdo dónde se encuentra, se aprecia...
En el Museo Egipcio de Berlín... ―Puntualizó Cristian.
¿Cómo...?, ―preguntó su hermano.
El busto de Nefertiti, que fue descubierto en el año 1912, en el taller de su escultor, en la antigua ciudad de Ajetatón, se encuentra en el Museo Egipcio de Berlín, querido hermanito...
Unos espaciados aplausos resonaron en el espacio etéreo que rodeaba aquella canasta que se columpiaba sutilmente.
―¡Muy bien... Fantástico... Profesor Muntaner...!
Podrías continuar la visita... Cristian, con el permiso de Ahmed, por supuesto.
Nos estás sorprendiendo una vez más, profesor. Nos estás descubriendo tu nueva faceta de erudito egiptólogo...
Ivana se mofaba desde el otro lado de la barquilla.
―¡Por favor, Ivana...! Solo he leído algo de historia, antes de viajar... No seas cruel querida y piensa en lo que dijo Confucio...: “el que domina su cólera, domina a su peor enemigo..,” pero si me aceptas un consejo, no te convienen ciertos enemigos...
Sin embargo... brindaremos por ti.
Cristian se acercó a Masud y le extendió un billete de 50 Libras Egipcias y su copa vacía.
―¿Tenemos más champán, Masud?
―Me alegro que pienses así, querido... ―Clara se acercó al fiel sirviente.
Mientras los cinco amigos brindaban con una segunda botella de champán bien frío, uno de los egipcios le hizo un comentario a Ahmed y a continuación el guía se dirigió al grupo:
―¿Señores, les comunico que vamos a realizar la operación de descenso. Les rogaría que se sujetaran a la baranda.
El inmenso globo aerostático inició el descenso hasta llegar a pocos metros del suelo. Mientras que los dos egipcios manipulaban las válvulas del quemador, la barquilla rozó la superficie arenosa en una llanura desértica y volvió a ascender. A lo lejos se entreveían varios vehículos en medio de una espesa polvareda.
La base de madera de la canasta, con los aeronautas en su interior, volvió a arrastrarse por la escabrosa y desolada explanada, de manera brusca, hasta que se detuvo.
Los vehículos, dos todoterrenos, una furgoneta con seis egipcios y un viejo camión con la caja abierta, llegaron al lugar. Masud fue el primero que, junto a su nevera, saltó a tierra firme y corriendo se acercó a uno de los Toyotas
recién llegados.
Aunque las manecillas de los relejes solo marcaban las nueve de la mañana, el calor era sofocante. El servicial egipcio les facilitó, a pie de los vehículos, toallitas húmedas. El reducido grupo se repartió en los dos coches que tenían el aire acondicionado en marcha, deferencia que los acalorados aeronautas agradecieron.
Los dos Toyotas se alejaron de aquel inhóspito lugar mientras los ocupantes de la furgoneta habían rodeado la gran tela multicolor e intentaban dominarla.
Después de extinguirse el soplete que caldeaba su interior, se desvaneció, y aunque extendida en el suelo, todavía se contoneaba por la brisa matinal en aquel desierto diáfano.
Una vez que los turistas españoles sustituyeron los destartalados todoterrenos por su Mercedes Benz Vito de la naviera Luxor Luxury Cruise Limited Company que permanecía en la misma explanada en la que despegó el globo aerostático, se dirigieron hacia a carretera principal.
Por recomendación de Ahmed El Gohary, antes del mediodía visitarían los templos de Deir el-Bahari y el Valle de los Reyes.

LOBOS (2017) Si alguien está interesado en la novela, puede contactar conmigo.

 

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