LA VIDA NO SE MIDE POR EL NÚMERO DE VECES QUE RESPIRAMOS SINO POR LOS LUGARES E INSTANTES QUE NOS QUITAN LA RESPIRACIÓN.
He tenido la gran suerte y el enorme privilegio de viajar por medio mundo acompañando a maravillosas personas que junto a todos los rincones tan asombrosos como irrepetibles que he visitado, los llevo muy dentro de mí.
Pablo Neruda dijo en uno de sus poemas algo parecido a esto:“...Algún día en cualquier lugar te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.. “
Ahora, quiero compartir con vosotros, algunos de estos lugares que por las circunstancias que fuesen, felizmente... perdí la respiración.
NUNCA HAY QUE PERDER LA
ESPERANZA
Este es uno de los dramáticos lugares que si no
fuera por una barandilla bien sujeta en el suelo, no hubiera hecho la foto y
por supuesto, no me hubiera acercado.
Sí. Tengo vértigo, soy claustrofóbico, si no conduzco
me mareo, tengo alergia a los idiotas e ignorantes, detesto la vulgaridad, me
repugnan los pederastas y las fiestas populares que utilizan animales... de
cuatro patas y otros doscientos cuarenta y tres defectos más.... pero mi madre me decía de niño que era un
buen chaval...
Bueno, a lo que íbamos. El Cabo de Buena Esperanza, se encuentra en el extremo más
meridional del continente africano y como decía es uno de estos dramáticos
lugares que confirman la frase que inicia este apartado de mi blog.
“Es un lugar que quita la
respiración...”
El
Cabo de Buena Esperanza o el Cabo de las Tormentas, nombre originario que el navegante
portugués Bartolomé Díaz lo bautizó cuando lo avistó por primera vez en 1488,
es el mítico punto en el mapa donde se juntan el océano Atlántico y el Índico
enfrentando la embestida de las olas y de los fuertes vientos que muchos
navegantes rehusaban cruzarlo.
Pero estos mismos marineros se hartaron de los
ataques de los barcos del Imperio Otomano
y de los piratas berberiscos, cuando navegaban por el Mediterráneo para ir a Oriente.
Fue otro portugués, Juan II de Portugal, que llegó
a ser rey, que para mitigar la supuesta peligrosidad de aquella zona, le
sustituyó el nombre y lo llamó Cabo de
Buena Esperanza, ya que el hombre tenía la esperanza de que por allí se
llegaba a las Indias.
Pues el monarca en aquella ocasión acertó y varios
marineros pensaron que con aquel nuevo nombre, no sería tan difícil bordear la
costa de Sudáfrica.
Parece mentira lo que hace un nombre.
Por ejemplo, para un empresa es muy importante
acertar con el nombre adecuado, un producto.
Un ejemplo claro fue cuando Mitsubishi Motors, lanzó su todoterreno en España. Originariamente
se llamaba “Pajero”... Aquí tuvieron
que cambiar el nombre rápidamente y bautizarlo como “Montero”...
Majestad... A esto se le llama “Puro Marketing”.
Y así fue. En 1497, otro portugués, (en aquella época, parece ser, que nadie más
navegaba), Vasco de Gama, rodeó los abruptos y peligrosos acantilados, (que en realidad estas rocas no eran
peligrosas, pero...) y fue directo a las Indias... Increíble, pero verdad.
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