MIRADAS DE MYANMAR en blanco y negro
En Myanmar, anteriormente Birmania, se esconden
grandes tesoros.
Tesoros naturales de una belleza inconmensurable.
Myanmar es conocido como el país de las mil pagodas, concesión limitada ya que existen muchas más.
El pueblo birmano es muy religioso y acude en masa a
los templos para orar y realizar sus ofrendas a sus dioses representados, en la
mayoría de los casos, por figuras de budas.
Los birmanos son humildes y hospitalarios. La
dictadura férrea y prolongada durante muchos años ha provocado que vivan en un
mundo cerrado, reservado y desconfiado.
Los pocos turistas que llegan al país, al que tienen
acceso desde hace tan sólo diez años, han provocado en los birmanos la
inquietud de descubrir nuevas referencias.
Entre estos grandes tesoros, quiero resaltar el más
emotivo: las personas.
Y por supuesto, sus miradas. He querido reflejar una
pequeña muestra de estas miradas de niños, ancianos, jóvenes, mujeres y
hombres.
Miradas de alegría, de sorpresa, de humildad, de
agradecimiento, de oración...
Miradas perdidas. Miradas con sentimiento.
Es mi modesto homenaje a estas personas que, sin
tener nada, te dan lo que tienen: ternura.
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Me hubiera
gustado regalaros los juguetes que tuvieron mis hijos...
Me hubiera gustado
compraros ropa y zapatillas deportivas...
Me hubiera gustado reuniros en una
gran mesa en Navidad y compartir los regalos de Papá Noel...
Mehubiera gustado cogeros de la mano y
pasear por las playas de mi ciudad... me hubiera gustado adoptaros a todos y
compartir el resto de mi vida con vosotros... me hubiera gustado...
Pero vosotros...sois felices
así. No necesitáis nada más.¿No?
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Nos
hicimos amigos en un momento, ¿verdad?, pequeño monje budista.
¿Te
acuerdas?, me ayudaste a subir descalzo los peldaños de la entrada del
monasterio
Shawe Nan Daw Kyaung en Mandalay.
Me seguías
sigilosamente por su interior.
Te di un
par de billetes y una sonrisa apareció en tu redondeada cara.
Gracias, pequeño monje.
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Dejasteis
de comer, tu hijo y tú.
Me
miraste fijamente cuando me viste, aunque lejos, con la cámara en la cara.
Recuerdo
que estabas apoyada, con tu hijo en
brazos, en el quicio de una puerta.
Pediste
comida y un monje budista del monasterio Mahagandayon te trajo un poco de
arroz en un cuenco.
Tu
mirada me penetró. Sólo te hice una fotografía y me alejé de allí.
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Fuman para que las fotografíen.
La fotografié porque fumaba un enorme puro. Estaba sentada en la piedra de la entrada de un templo
La anciana cuando vio que me acercaba, posó para mí.
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Uno... dos... tres... dieciocho...
treinta y seis.... sesenta y cuatro...
Tantos vasos de agua como años tienen vierten
encima de sus budas y de sus animales de piedra.
Para los birmanos, el día de la
semana en que nacieron es más importante que el año.
Cada día está vinculado a un animal y a un planeta y es muy frecuente
verlos rezar en sus pequeños santuarios planetarios.
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Te vi en el mercado de Bagan.
El mercado más colorido y más caótico que he visto jamás.
Estabas inmóvil y recuerdo que no vendías nada.
Tu hija se amamantaba de tus pechos pequeños y vacuos con su mirada
perdida.
Te fotografié y nos cruzamos la mirada.
No sé quien eres pero me acordaré de ti toda la vida.
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